jueves, 5 de agosto de 2010

11º día. Bogazkale (Turquía)

1 de agosto. El día del silencio.


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Para ver el recorrdo completo, pinchar aquí


Silencio. Eso es lo que oigo al despertar y lo que llevo oyendo desde que me metí a dormir en esta habitación. La ausencia de ruido me hace darme cuenta de que llevo unos días rodeado de él en los lugares en los que he dormido, cuando conduzco la moto, por la noche cuando me pongo a escribir como ha ido el día escuchando música. Siempre rodeado de ruido.

Por la mañana me fui a ver las ruinas de Hattusa. Pensaba levantarme pronto para hacer el recorrido a pie (si no recuerdo mal eran unos 6 km), pero finalmente decidí ir en la moto. En el interior de lo que fue la ciudad hay un recorrido para que puedan circular los vehículos y más vale que fui con la moto o de lo contrario habría muerto por deshdratación, caía fuego del cielo, !!Mamma mía!!





Lo que iba a ser una placentera mañana de paseo la transformé en una rápida visita ante el peligro de caer derretido como un helado, así que vuelta al hotel.

Por allí poco había para hacer, simplemente disfrutar de la tranquilidad del lugar y dejar pasar las horas lentamente.

Tenía pendiente de solucionar el tema del guardabarros y por casualidades de la vida, cuando llegué estaba allí un conocido de Mustafa, mecánico de motos. Cuando vió que había que desmontar el guradabarros, sacó un destornillador plano y unos alicates de la caja de herramientas del coche . Yo le dije que hacía falta otro tipo de llave y pensé para mi que con aquello no lo desmontaba ni de casualidad.

El me miró y se rió con la seguridad del que sabe lo que hace y efectivamente, en un milisegundo había desmontado el guardabarros. Usó el destornillador como una especie de cincel apoyándolo en la cabeza del tornillo, en el interior de las muescas donde encaja destornillador torx y suavemente lo golpeó con los alicates. Giró al segundo toque. Estupendo, tema solucionado y una lección aprendida.


El resto del día fui dedicándolo a cosas tan importantes como echarme la siesta, navegar por internet, escribir en el blog, dar una vuelta por la plaza del pueblo, comprar algo para comer en las cuatro tiendas que hay y cosas por el estilo.

A la llegada del atardecer subí a las Yildiz Dagi (Montañas de la Estrella). Allí había un lugar desde el que se podían ver las ruinas y toda la llanura durante la caída del sol, lo cual tenía pintas de ser espectacular. El acceso era muy sencillo y estaba a 4 kilómetros escasos: Tomando la carretera dirección Yozgat y a un kilómetro aproximadamente de Yazilikaya había una pista de tierra a la izquierda que subía por una ladera. A unos dos kilómetros y cien metros otra pequeña pista salía por la izquierda y en apenas veinte metros se llegaba a una esplanada.

Comentar que la pista estaba en muy buen estado y en caso de pasar de largo el último cruce, se llegaba a otra población. Yo fui hasta allá sólo por curiosidad, así que no hay peligro de perderse.


Vista del acceso
Detalle del cartel a la entrada de la pista

Mientras estaba allí esperando la caída del sol, estuve haciéndome algunas fotos y me acordé de la historia del japonés que me contó un día un amigo. Estaba de viaje en un país asiático y se quedó de piedra al ver llegar a un japones muy serio, sacar un pequeño trípode, colocar la cámara y hacerse una foto con una amplia sonrisa con no se qué monumento detrás. Acto seguido, desaparecío la sonrisa de su cara, recogió los bártulos y se marchó. Nos reíamos de aquel tipo y lo sola que puede llegar a estar la gente cuando viaja. Al poco tiempo nos volvimos a juntar y me dijo, ¿te acuerdas de lo del trípode y el japones?, pues ya me he comprado uno, jajajajaja. Creo que cualquier día de estos le voy a llamar para que me diga dónde se lo compró.

Autofoto haciendo tiempo, de momento sin trípode

Alguna de las vistas

Y por fin, el atardercer. Todo se unía para hacer de aquello algo espectacular: La suave brisa, la excelente temperatura y evidentemente el silencio, allá no se oía ni un solo ruido de civilización.

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